miércoles, 5 de noviembre de 2008

“Cuando la tecnología se convierte en una carrera de obstáculo”



¡Y qué carrera! Puedes llegar agotada o, tal vez, no llegar. O mejor te retiras. Pero, ¿y si no nos dejan ni retirarnos? Pero vayamos por partes, que la carrera es larga.

Hablemos del vocabulario. Quiero pensar que solo una élite tecnológica llega a comprenderlo en su totalidad. Las personas de cierta edad se pueden encontrar no con un obstáculo, sino con un muro de entrada y ya no están para muchas acrobacias. Pero, ¡oh sorpresa!, se preparan con entusiasmo juvenil para el salto. Pobrecillos: no han mirado lo que hay detrás del muro. Más vocabulario, y en inglés. Es como entrar en una rotonda plena de indicaciones, los que van detrás te agobian y tú ya no ves nada y, por supuesto, eliges la dirección equivocada. ¿La aceptas, la cancelas, pides ayuda? Ni se te ocurra entrar en ese maremagnun, en ese laberinto donde el minotauro acecha, esperando a que te equivoques. Menos mal que esos maduritos tienen hijos muy puesto, muy informatizados, muy internautas y te sacan del aprieto. Eso sí nunca sabrás qué han hecho, ni por qué. Pobres hijos, comprensivos y pacientes. ¿Qué tardarán en dejarlos abandonados a su suerte?

Toquemos el tema administrativo y otros varios. ¿Por qué tenemos que entrar todos por el mismo aro? ¿Y si no tienen Internet, ni siquiera ordenador? ¿Qué hacen? Tendrán que quedarse fuera del sistema o pedir ayuda. Solo faltaba que crearan ciudadanos de segunda: los tecnoanalfabetos pasen a la sala de espera (que ser van a enterar). Los tecnoanalfabetos no podrán viajar, no podrán beneficiarse de vuelos baratos, ni de ofertas ventajosas en hoteles, no recibirán el borrador de hacienda…¿para qué seguir?

Eso de las castas era en la India, a ver si con un poco de suerte mi vida no dura mucho y me puedo escapar. Bueno, estamos dramatizando. Ya son los menos los que no usan las nuevas tecnologías. Unos añitos más, poco a poco van desapareciendo y todos expertos. Si no hay nada más que mirar a los pequeñajos, si parece que ya no los trae la cigüeña: ahora vienen online. Así da gusto.

Ahora bien, no nos asustemos, tampoco hay que volver al campo, si no queremos.

Sería interesante simplificar el lenguaje o doblarlo como en el cine, así todos nos enteramos. Eliminar botones, que realmente nunca usamos. Sí, simplificar, facilitar, hacerlo asequible a todos porque realmente este nuevo mundo tecnológico es fantástico, cómodo, rápido, facilitador de trabajos…No podemos volver atrás, ya no es necesario. Sí es necesidad ayudar a los consumidores a entender este nuevo mundo, darles un suave empujoncito lleno de paciencia y cariño para que esa parte de la sociedad que es tecnófoba poco a poco sea tecnófila. Sin prisa, pero sin pausa; y no nos debe preocupar que unos estén ya en la meta y pidiendo más carrera y que otros acaben de empezar la anterior. Ya llegarán, porque acabarán llegando y entrando en este mundo maravilloso que contemplarán desde el cómodo sillón de su salón apretando unas teclas o jugueteando con ese ratoncillo travieso que no asusta.

Y para terminar, si a pesar de todo nunca llegas a esa tierra prometida, sí se puede vivir desconectado. No nos podemos ni imaginar cuántas personas viven desconectadas y son felices. No siempre la felicidad consiste en estar conectados y online. El día en que se nos vaya la luz y tarde días en volver muchos lo van a pasar muy mal. El síndrome puede causar estragos. La clave es vivir libre sin esclavizarnos ni de las nuevas tecnologías ni de la antigua usanza. Aún tendrán que convivir muchos años, por lo tanto feliz convivencia de los unos con los otros.





1 comentario:

j dijo...

somos felices sabiendo tanto? no es mejor a veces tener menos informacion? bueno, da igual, el caso es que parece que cuanto mas conoces, mas deprisa va todo. A veces es mejor no saber y dejar que todo avance como tenga que hacerlo, esperar impacientemente a que llegue algun desenlace a la situacion. A veces me gustaria ser una de esas personas que no conocen, un "analfabeto informatico" para no vivir tan deprisa y poder disfrutar de la vida que queda, no de la que ya he vivido.