domingo, 23 de noviembre de 2008

La gesta y la parábola en la comunicación. Lectura de Manuel Martín Serrano


Después de una segunda lectura reposada de lo escrito por el catedrático Martín Serrano, porque leerlo solo una vez debe de estar reservado para mentes privilegiadas, hemos sacado una conclusión facilona, pero seguramente errónea: ¿no puede ser más sencilla la mediación pública? ¿Cómo los MCM pueden llegar a la masa usando un lenguaje tan alejado de ellas? Los MCM no pueden ser, y no creemos que lo sean, elitistas.


En toda comunicación, lo que la mayoría de las personas deseamos es entenderlas ya sean referidas al mundo del acontecer sociopolítico o al mundo de la cotidianeidad.


En el acontecer sociopolítico, los ciudadanos queremos que nuestros gobernantes nos gobiernen, que nos simplifiquen nuestra vida. A nadie le gustan los problemas y cuando los hay necesitamos que nos lo resuelvan, para eso están. Lo que muchos ciudadanos pedimos a la prensa es una información asequible del acontecer político. No nos parece mal que también nos den su opinión, así la contrastamos con la nuestra y nos abren nuestras mentes. Pero que no compliquen la información y que esta nos sirva para discernir si las personas que recibieron nuestra confianza pueden volver a contar con ella o no. No se trata de que el mediador nos apabulle con su exquisito vocabulario, con sus ideas geniales, que no es eso. Simplemente queremos estar bien informados, no bien manipulados y que nos dejen decidir por nosotros mismos. Ya sabemos que el político, quizás el mal político, quiere perpetuarse en el poder y escalar a poderes más altos y por ello tiende a justificar lo injustificable. Eso no nos sorprende. Va siendo hora de que la prensa nos conceda la mayoría de edad. No me extraña el fracaso de algunos periodistas: después de estudiar extensos documentos sobre la mediación, creen en la palabrería elitista y así les va. Acaban leyéndoles cuatro cursis y poco más.

Y si pedíamos sencillez en la prensa sociopolítica, qué nos queda por decir para el mundo de la cotidianeidad. La parábola en su sentido primario encierra una enseñanza. En ese día a día, las personas buscamos acabar la jornada satisfechos por lo que hemos realizado y nos puede satisfacer ver que la prensa nos habla de personas como nosotros, que luchan por sus objetivos y los consiguen. Al mismo tiempo que nos plantea nuevos retos que están a nuestro alcance, que son asequibles.


Queremos saber qué pasa a nuestro alrededor, cómo viven otras personas y compararnos con ellos. Saber de las personas que admiramos y constituyen modelos sociales .Buscamos historias bien contadas, parábolas entrañables que nos confirmen que estamos en el buen camino. Queremos ver problemas resueltos y no sentirnos agobiados ni presionados por los que aún quedan por resolver.

Terminamos diciendo que no necesitamos mediadores extraterrestres, sino mediadores humanos, comprensivos, que saben expresarse como nosotros no sabemos Y que, al leerlos, pensemos: sí eso es justo lo que yo quería decir. Ha encontrado las palabras justas, esas que yo buscaba, él las ha puesto en mi mente y me ha dado la serenidad que necesito para enfrentarme mañana a la nueva cotidianeidad que me presentará el nuevo día con mi jefe, con mi familia, con mis amigos, con mi trabajo…


Mediador, si tu misión es hacerme la vida más fácil, ponte a ello, pero hazte entender, que tus palabras sean acogedoras, comprensibles y llenas de parábolas. Esas que se empleaban para que la gente sencilla captara mensajes complicados.

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